De Montserrat a Monserrate

noviembre 22, 2005

El nombre, la cosa y la madre de cada uno.

Señor Juglar.

Déjeme felicitarle por una visita tan atípica como placentera a mi terruño, o al menos lo bastante positiva como para traerle de vuelta las otras veces que indica. Por cierto, no se olvide de avisar de su próxima visita. Será un placer.

Entrando ya en materia, debo decir para evitar las ofensas, al presidente del Valencia me refiero, hacen falta dos cosas: tacto y falta de ganas de ofender, y un mínimo margen que aquí expresamos como no tener la "piel demasiado fina". Por que a este paso deberemos ir pidiendo disculpas previas hasta para afirmar el color del cielo y las nubes. Por que sí, el catalán y el valenciano son exactamente el mismo idioma, y reaccionar ante esta afirmación como si te hubieran mentado la madre es equivalente a reclamar el derecho a decir que la Tierra es plana (por que me da la gana) y amenazar de partir la cara de todo aquél que diga lo contrario.

Cierto es también que los valencianos tienen todo el derecho del mundo de decir que ellos hablan valenciano. Pero lo mismo pasa con los españoles que llaman "castellano" a su idioma, pero que además ante la pregunta "Pero castellano e idioma español es lo mismo ¿verdad?" ellos responderán un "sí,claro" rápido y contundente. El problema aquí es que en Valencia hay demasiados que, por intereses políticos, ha ocupado años y décadas en intoxicar un tema tan claro y diáfano con algo tan aberrante como confundir "la cosa" con "el nombre de la cosa". Por que, de hecho, no hay lingüista serio que se atreva a negar la unidad del idioma, véase el dictámen correspondiente de la "Acadèmia Valenciana de la Llengua" (1):
Traduzco el punto 6:
"Es un hecho que en España hay dos denominaciones igualmente legales para designar esta lengua: la del valenciano, establecida por el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, y la de catalán, reconocida por los estatutos de autonomía de Cataluña y las Islas Baleares, y avalada por el ordenamiento jurídico español y la jurisprudencia. ...".
Esto dicen los autoproclamados defensores del valenciano al estilo de la Real Academia Española de la Lengua, doctores tiene la Iglesia y eso es lo que dicen. Que me expliquen los fundamentos contrarios.

También ocurre, como en casi todos los temas humanos habidos y por haber, que una minoría escandalosa se hace pasar por una mayoría aclaparadora. Pues detrás de tanto blavero (fascistoides y anticatalanes a partes iguales), conservadores aprovechados (el PP) y progresistas timoratos (el PSOE) tenemos entidades como "valencianisme.com" que aceptan sin tapujos la unidad del idioma y llegan hasta a proponer soluciones de consenso como llamar a "valencià-català" al idioma (2) (propuesta aceptada fríamente en Cataluña y visceralmente rechazada por blaveros y adyacentes) y todo tipo de asociaciones, entidades y empresas valencianas que participan activamente en el "Correllengua"(3) que culminó este año con el tan polémico acto en el Camp Nou del Barça (casi medio millar de actos organizados a lo largo y ancho de los territorios de habla catalana, también conocidos como "Països Catalans"). Y aquí tenemos el otro conflicto.

Confunden de nuevo el nombre con la cosa y pretenden a cualquier precio ser cualquier cosa antes que catalanes. Pero nadie dice que los valencianos sean catalanes, sino que hablan catalán (aunque su variedad, dialecto queda feo, del catalán recibe el nombre tradicional de valenciano) y como catalano-parlantes forman parte de los Países Catalanes (Països Catalans). Admito pues que la ofensa se pueda sentir por el nombre, pero nunca en este caso por la cosa. Y por dicha ofensa llevamos décadas reinventando el término sin éxito. Por cierto, que fue un valenciano quien se inventó el nombrecito (Bienvenido Oliver i Esteller en el libro "Historia del Derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia. Código de las Costumbres de Tortosa, I" Madrid, 1876) y otro valenciano quien lo popularizó (Joan Fuster en "Nosaltres els valencians", 1962)(4). Pero aun así, si se sigue considerando el término "Països Catalans" políticamente incorrecto, reúnanse los doctos en la materia y póngase de acuerdo para cambiarlo. Los doctos digo (Acadèmia Valenciana de la Llengua, Institut d'Estudis Baleàrics e Institut d'Estudis Catalans), nunca los políticos que justamente por esto de mezclar ciencia con política tenemos el lío que tenemos.

Afortunadamente, todo acaba cayendo por su propio peso como hace unos días en que Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana llevó ante el Comité de las Regiones (CdR) de la Unión Europea su delirio de "valeciano diferente de catalán" y fue traducido del valenciano al inglés por la misma traductora que poco antes había traducido la intervención de Pasqual Maragall del catalán al inglés (5). Por que al final va a resultar que esas dos lenguas tan parecidas, no es que serán idénticas, sino que son la misma.

Por otra parte, déjeme hacer hincapié en el curioso hecho de que son justamente los que menos conocen, o usan, el idioma (llamémosle catalán y/o valenciano). Y como muestra un par de ejemplos. Fíjese primero en la enorme diferencia que nos encontramos entre la wiki en español(6) y en catalán(5). En catalán habla de cultura y define el término como "territorio donde sus habitantes hablan catalán, o existen derechos y deberes lingüísticos para los habitantes en dicha lengua" y, como mucho se hace referencia a los diferentes nombres que se han barajado en un infructuoso intento de evitar polémicas. En cambio, en español se lían a hablar de pancatalanismo y proyectos políticos, fruto seguramente del siguiente encabezamiento "La exactitud de la información de este artículo está discutida
La versión actual no es necesariamente fiable; en la página de discusión puede consultar el debate al respecto.". Allí se desata la tormenta de tirios y troyanos confundiendo política con cultura y provocando, imagino, la peor de la úlceras al pobre infeliz del encargado de escribir tan polémico artículo.

Pero déjeme terminar con un pequeño episodio de surrealismo parlamentario ocurrido recientemente en el Congreso de los Diputados (de España). Tratando el tema de las felicitaciones de navidad, una diputada valenciana de Izquierda Unida propone que el texto sea en las cuatro lenguas oficiales en España (español, galleco, euskera y catalán) es decir: Feliz Navidad, Bo Nadal, Zorionak y Bon Nadal. Y en esto que salta otro diputado valencia, pero del PP, insistiendo en que también había que añadir el valenciano dejando el texto como "Feliz Navidad, Bo Nadal, Zorionak, Bon Nadal y... Bon Nadal!!!". Al final, no hay consenso ni sentido común y la felicitación quedará sin texto o sólo en español. Una puntualización: la diputada de Izquierda Unida habla valenciano habitualmente, mientras que al del PP que tanto dice preocuparse por la lengua de los valencianos cuesta recordar la última vez que la usó en público(7).

En definitiva, que quien menos sabe es quien más la lía. O dicho de otra forma, la ignorancia, que es muy osada.

Fuentes:
(1) Acadèmia Valenciana de la Llengua (en valenciano)
(2) Valencianisme.com (en valenciano)
(3) Correllengua (en catalán)
(4) Països catalans en Wikipèdia (en catalán)
(5) Diario Levante
(6) Países catalanes en Wikipedia
(7) Bon Nadal (o Bon Nadal)
(y 8) Internostrum (para las traducciones necesarias)

noviembre 16, 2005

Santuarios religiosos y cotidianos y las sagradas lenguas

Señor lobisome.

Yo llegué a Cataluña con un guayabo terrible. La noche anterior se había casado mi tía en segundas nupcias con un oscence. Yo era el padrino a la tierna edad de 19 años. En la noche, después de comer como nunca he visto comer en mi vida, nos despacharon a la única callecita en Huesca donde hay, como dicen ustedes, marcha. Entonces también conocí el concepto de cubata y su poder devastador. Pero había que madrugar al día siguiente (que era sábado) para poder tomar el bus a Barcelona porque el pasaje lo tenía desde el miércoles por un neurótico arrebato de seguir el calendario.

Como todo me daba vueltas, apenas fui capaz de tomarme un tinto en el hotel donde generosamente me hospedó el ahijado, aunque inteligentemente me empaqué un sobao en el bolsillo. Eso fue lo que me comí cuando pasamos por Lleida, dos horas después de salir de Huesca, cuando por fin cogimos autovía. Eran los primeros días de julio y joé que caló. Pero solo sabía que estaba haciendo calor por el brillo del sol, que hacía arder mis aturdidos ojos, pues estaba con escalofríos. Dramático el asunto.

Ya desde la carretera pude ver Montserrat. Su silueta es inconfundible y misteriosa. Precisamente en Huesca había visto los mallos. Parecidos, sí, pero no se ven desde lejos. Porque Montserrat se ve allá lejos, medio salido de la nada, grande en medio de algo más o menos llano. Precisamente en lugares así ponen los santuarios siempre, como para que solo la gente de mucha fe se arriesgue a llegar allá o se haga el camino a pie.

Yo no hice el viaje ni en bus ni en funicular. No he ido aún a Montserrat a pesar de que después de esa primera vez he estado otras más en Cataluña. La razón, aparte de que soy hombre de ninguna fe, es que siempre he estado en la ciudad reticulada (o condal, que le dicen más así), habiendo salido apenas a Terrassa y a San Pol de Mar.

Igual en Barcelona abundan los templos. El que siempre ponen en las postales y que cuando lo terminen de construir tendrán que comenzar a reconstruir y la catedral, consagrada a mi tocaya Santa Eulalia y donde pude oir misa en catalán. Pero el templo al que más quería ir era el diminuto estadio del FC Barcelona. No sé cómo hice, pero logré entrar sin tener que pagar a las tribunas opuestas a las que están abiertas al público por el museo. Increíble el tamaño de ese edificio y de la cancha. Increíble que desde lo más alto pudiera verse casi toda la ciudad.

Allá volví, esta vez sí pagando, para ver lo que se ve en un estadio de fútbol. Volví a ver al Celta y a unos treinta mil culés (que se veían como dos hormigas en un carro) callados con el gol que le hizo Jesuli a Rüstü.

Ese mismo santuario fue objeto de una particular manifestación hace poco, cuando una bandera que mostraba las siluetas de las comunidades de Cataluña, Valencia y las Baleares decía "Països Catalans". Claro, el Nou Camp no sirve para celebrar el barcelonismo solamente sino también la catalanidad. El incidente, por lo que vi, hizo molestar, al menos, al presidente del Valencia, que hizo vestir a sus jugadores el originalísimo tercer uniforme, que tiene los colores de la bandera valenciana.

A mí el valenciano me parece bastante parecido al catalán. O igual. Pero entiendo que la "inocente" manifestación del Nou Camp haya molestado a algunos valencianos. Podrá decirse que desde el punto de vista lingüístico el valenciano es un dialecto. Pero desde el punto de vista político, y en vista de la necesidad de formar identidades en los países históricos de lo que hoy (después de tanto tiempo) es España, pues los valencianos tienen derecho de decir que es un idioma, así sea por capricho. Si no los dejan es feo.

Fue como una vez que un profesor mío dijo que el catalán era un dialecto del español sólo porque Cataluña está sometida políticamente a España. Eso no les habría gustado. Le reviré y me dijo que a Jordi Pujol le alegraría mucho mi punto de vista. Pero los mozos de escuadra no me dejaron darle el recado en la plaza de san Jaume.

Un saludo.

noviembre 11, 2005

Cómo supe sobre Monserrate

Saludos, señor Juglar.

Quería comentarle mi experiencia personal alrededor del principal santuario colombiano y cómo me resultó mucho más cercano de lo que sospechaba.

Desde que empecé mi relación con mi actual (y rola) esposa la simple mención del santuario de la capital intuía que no podía ser tanta la casualidad. Y así pude comprobarlo cuando, una vez me hube aclimatado al "jet-lag" y al cambio de altura (hay que tener en cuenta que vivo normalmente a nivel del mar) me llegué con la familia a la propia cima de Monserrate y al santuario en sí.

Sentado en los bancos centrales me dió por mirar a mi izquierda y allí la ví. La mismísima "Moreneta", el icono espiritual de la catalanidad, presidiendo una capilla con todos los honores. Me cuesta reconocerlo, pero la llorona que pillé fue de antología y no pude evitar el canto del "Virolai", o al menos de lo poco que guardo en memoria, arrebatado quizás por la devoción y/o por nostalgia y orgullo patrio. Mientras fieles y turistas a mi alrededor aún se preguntaban por el nombre exacto de mi locura (bien se lo podrían haber preguntado a mi mujer que de sobras me conoce) descubrí la clave del misterio. Justo al lado de la verja de la capilla relataba la historia y el porqué de esa extraña y oscura efigie en el santuario donde todos van a ver al Cristo Caído.

Resumiendo: en 1652 se talla la Moreneta "original" (copia supongo de la de Montserrat, Barcelona) y se le construye una capilla. En 1711 desaparece la imagen y en su lugar se pone el Cristo Caído. Y, finalmente, en 1997 los monjes benedictinos de Montserrat entregan al santuario una nueva copia de la Moreneta.

Ésta y otras curiosidades que ya detallaré me hacen pensar que tengo entre manos una historia más o menos oculta que vincula a colombianos y catalanes que desde entonces me tiene intrigado y más ligado si cabe a la tierra de mi esposa y de la que desde entonces es también mi familia.

Por cierto, muy curiosas estas fechas, pues fue justo en 1652 cuando terminó la "Guerra dels Segadors" (1640 - 1652), cuna del himno de Cataluña y una de las varias revueltas de los catalanes contra el poder central de España (por entonces más bien Castilla), y en 1711 Cataluña estaba en plena "Guerra de Successió" (de hecho camino de perderla y con ella la libertad de los catalanes entre otros). Y por cierto, que en 1997 el infame PP acababa de ganar las Elecciones Generales en España, mire usted por donde.