De Montserrat a Monserrate

febrero 26, 2006

Yo fui pingüino, y usted?

Estimado señor Olaya, del Zipa juglar.

Tiempo atrás, a finales del siglo pasado, yo era en lo político lo que me dictaban mis genes y mi entorno, pero principalmente mis genes. Siendo mis padres de Soria, vivero de la extrema derecha y no casualmente limítrofe con Burgos, antigua capital de la España de Franco, y por otra parte habiendo crecido sobre las espaldas de Barcelona, vivero de todo lo que es moderno y progresista en España, votaba sin dudarlo a lo más centrista que hubiere (concretamente al CDS de Adolfo Suárez, nuestro carismático primer presidente democrático). Me sentía pues español sin estridencias y con todos los matices habidos y por haber. Primero español y después catalán con orgullo castellano, por así decirlo.

Era pues como uno de esos yugoslavos, obviamente antes de su guerra civil, que se consideraban como tales antes que servios o eslovenos. Pingüinos eran llamados por su escasez a la hora de definirse nacionalmente en los documentos. Bien mirado, yo en esa época me hubiera definido como catalán, pero sin saberle ver el conflicto, pues no podía entender una Cataluña fuera de España.

Y en esto que llegó Aznar y mandó parar. El enano este del bigote, a la que pudo governar sin necesidad de pactos, se encargó día a día de hacerme cada vez más incómoda mi españolidad. Curioso es que se me desatara este conflicto por una simples chapas.

Habíamos pasado por un apocalíptico final del dominio socialista español y, después, por un PP adalid del centro derecha moderado de la mano de nacionalistas vascos y catalanes. Pero, apoyado por el éxito de la anterior legislatura, el PP ganó con mayoría absoluta y la moderación y el diálogo se los dejaron en el armario de los trastos viejos. Así, quitándose la careta de centrista el PP salió con una norma de matriculación de vehículos que acabó por uniformizar todo coche (léase carro) vendido en España.

Hasta entonces, la matrícula de tu coche te identificaba como perteneciente a una u otra ciudad (más bien capital de provincia). Pero ya desde entonces todos nos veíamos obligados a lucir una enorme "E" de España.

Desde Cataluña se pidió seguir el modelo de otros países de la Unión Europea donde sí que se respetaba la identidad local de los conductores/automóviles añadiendo un escudito o similar para identificar el lander (léase región o departamento) al lado de la gran letrota del país.

¿Y qué contestó el gobierno de Madrid? pues fue el mismo Aznar en persona que dijo a los periodista "Yo me dedico a hacer política, no a hablar de chapas". Y así fue como sentí la primera bofetada de desprecio anti-catalán venido desde el centralismo oficial español. Chapas... resulta que el símbolo de identidad de un pueblo (no me meto en si es nacional o no) es una vulgar chapa. Dudo que los españoleros rancios como Aznar recibieran de buen grado a alguien que tildase de "vulgar trapo" a su sacrosanta bandera española.

Y desde entonces fue un no parar hasta llegar al boicot a los productos catalanes, la mentira institucionalizada contra cualquier reclamación catalana por legítima que fuera y reavivar el fantasma de una falsa persecución del español en Cataluña (y lo que te rondaré morena, que en una semana esta lista quedará desgraciadamente obsoleta).

Al final hasta desde Madrid se preguntan, pocos allí pero lo hacen, si Cataluña realmente se quiere independizar de España o es que la están echando fuera a patadas. Yo tengo muy claro que nada me gustaría más que estar contento de ser español, de ser uno de esos felices (o ilusos) pingüinos. Pero el presente, el pasado histórico y lo que se nos viene encima me hace sentir como catalán y sólo catalán deseando que algún día este sentimiento se vea ratificado en mi documentación y poder vivir en mi tierra libre de la bilis que pudiera producirse en Madrid, de la misma forma que ahora me resbala lo que se pueda decir de Cataluña en París, Londres o Lisboa.

P.D.: tiempo después otro PPero insigne decidió burlarse de las pretensiones catalanas de tener selecciones nacionales propias y oficiales con un "¿selecciones de qué, de canicas?" para luego ver cómo la selección catalana de hockey patines ganaba el mundial B en Macao. Y tuvo que lanzarse toda la maquinaria diplomática, y no tan diplomática, de la imperial España para evitar que los catalanes nos hiciéramos con el mundial A del año pasado.

febrero 25, 2006

Especialista en salchichas

Estimado Juglar.

Veo con sorpresa la espectación causada por un comentario suyo de su blog "especialistas en salchichas" (País de oportunidades). Cierto es que cada cual se sabe lo suyo, y por ello sus compatriotas han reaccionado mayoritariamente con irónica indignación. Yo también me cabrearía como una mona si, encontrándome en proceso de búsqueda de trabajo, me enterase casualmente de semejante oferta.

Pero debo añadir que la distancia me premite otro tipo de análisis: muy posiblemente, la intención del polémico cartelito fuera el conseguir la excelencia del producto.

Déjeme que me explique. A priori, el proceso de cocción de un hot-dog es de una sencillez supina, cierto, pero habitualmente el cuidado en los pasos más tontos de un trabajo es lo que marca la diferencia entre la excelencia y la mediocridad. Más cerca de mi geografía conozco el caso del café, y no comentaré esta vez el calvario que me supuso la caza del spresso en Bogotá (puede usted leerlo en catalán o en español, como prefiera). Aquí, en Barcelona, acostumbran a encargar la elaboración del café al más novato de la casa. Así pues, es también muy habitual que el café sea todo lo penoso que se pueda esperar y que si uno quiere asegurar el tiro mejor que vaya directamente a establecimientos especializados como lo que en Bogotá sería una cafetería Juan Valdez. En Italia, en cambio, el spresso es un objeto de culto y antes muertos que dejar la cafetera en manos indignas. Es más, dicen que lo habitual es que sea el más experto de la casa el encargado de destilar el negro y espeso néctar.

Por eso quiero pensar que el dueño de aquel local del cartelito quería convertirse en un referente de calidad en hot-dogs en vez de lo que opinaron los malpensantes: que era un acto de prepotencia del dueño ante la interminable cola de candidatos a darle vueltas a la salchicha.

Por otra parte, coméntame mi señora que me fije en la gran diferencia entre ser un cliente europeo-mediterráneo y serlo latino: nosotros buscamos la excelencia en la comida, y ustedes en la música. Por eso cada uno interpretó a su manera el cartelito de marras.

PD: también es aclaparadora la diferencia en el personal de servicio, pues a pesar de que a mi carácter arisco le resultase agobiante lo servicial del camarero colombiano, debo romper una lanza en honor de todos ellos/as recordando también tanto camarero/a compatriota que parece haber nacido con cara de vinagre.